Ahora se halla más cerca de su ebullición tras unos años de despegue, de profesionalización paulatina y una cobertura “in crescendo” que no solo tiene que ver con la destreza, la garra y el carácter combativo de las jugadoras, sino que también con la decidida apuesta de clubes, federación (multiplicó por 9 su presupuesto para el fútbol femenino en 2018) y otros organismos; como una Liga profesional que cada vez atrae a más gente.

Antes, la pelea, el soporte estoico en la sombra de los familiares, y el pundonor de pioneras como Vicky Losada, Vero Boquete, Marta Corredera y compañía. Heroínas que pelearon por la visibilidad y derechos de hoy.

Queda, no obstante, mucho camino por recorrer. Sin embargo, la victoria de ayer, impensable 10 años atrás, va a ser el acicate que faltaba para que el fútbol femenino siga acercándose a la impronta del masculino. Las Aitana Bonmatí, Alexia Putellas, Olga Carmona o Salma Paralluelo son ya referentes de una generación de niñas que han disfrutado de su entereza, de su competitividad y, como no, de su exquisito trato de balón. Ídolos de nuevo cuño. Modelos en los que reconocerse para que, por ejemplo, el número de licencias siga multiplicándose exponencialmente (lo ha hecho por tres desde 2010).

Y es que esta selección española – hablando de entereza - ha sido y está siendo el perfecto paradigma, entre otras cosas, de cómo reponerse ante las adversidades; como el cisma de las quince jugadoras o las dudas que entraron tras la derrota ante Japón.

Ha demostrado que quería con todas sus fuerzas hacer historia en Australia y Nueva Zelanda. Ganar su primera eliminatoria, acceder a su primera final, levantar su primer título… Todo ello se ha logrado en este último mes fruto de la constancia y el esfuerzo de un plantel de prometedor futuro, y rodeado de un grupo de personas ocupado en ayudarles a centrarse en lo que mejor saben hacer; jugar al fútbol. En otra época, no ocurría.

Tenían un plan. Habían soñado con él y este, al final, para regocijo suyo y de todo un país se ha cumplido.