El fútbol femenino, un movimiento social
El gran boom del fútbol femenino ha terminado de eclosionar en el Mundial que acaba de terminar. La atención por este deporte en España se ha multiplicado.
Decía Alexia Putellas que en el Mundial de 2015 a las jugadoras de la selección que jugaron el Mundial le regalaron una taza con el logo del torneo mientras que este verano cada una ha recibido un coche como obsequio. Es una muestra simbólica de lo que ha ocurrido con el fútbol femenino en nuestro país en los últimos cuatro años.
La evolución se percibe mejor en cifras. En Twitter los comentarios con referencias al fútbol femenino han crecido un 2000% en estos últimos cuatro años. En 2019 por primera vez un equipo español llegó a la final de la Champions generando casi 50.000 menciones en la citada red social, el Atlético de Madrid batió el récord de asistencia con más de 60.000 espectadores en un partido seguido por más de 330.000 hogares por televisión, la Reina Letizia entregó por primera vez el trofeo de la Copa de la Reina, el encuentro entre España y Estados Unidos batió el récord de audiencia de Goltv de toda la temporada con 1,3 millones de espectadores y el Real Madrid no ha podido estar más sin sección femenina.
Pero, ¿cuál es la causa de esta evolución en el interés? ¿A la gente de verdad le interesa más de repente o es que desde los medios e instituciones se está apostando por fin por el fútbol femenino? Posiblemente la respuesta sea un híbrido entre ambas premisas.
No es casualidad que el interés repentino coincida con el auge de los movimientos feministas. Las mujeres de España han alzado su voz tanto en las calles como en las redes sociales; ellas también existen y por suerte la mayoría de hombres escuchan. A las referentes de nuestro deporte como Mireia Belmonte, Lidia Valentín, Garbiñe Muguruza o Carolina Marín se han ido uniendo las Jennifer Hermoso o Vicky Losada. Cada vez sus nombres suenan más. El mensaje va calando y los aficionados a este deporte se han dado cuenta de que les interesa el fútbol lo juegue quien lo juegue.
Paralelamente, las instituciones también han ido apostando por destinar más recursos. Desde la Federación y la LFP animan a los clubes a crear categorías inferiores, las televisiones y los medios apuestan por retransmitir más partidos y los clubes incluyen en los anuncios a sus estrellas independientemente del sexo. Esto ayuda a que cada vez más gente se enganche y a su vez influye en que los medios presten más atención creando un mayor interés en la gente en un sistema que se retroalimenta. La sociedad demanda más fútbol femenino y los medios e instituciones están respondiendo.
Pero el mensaje social no se acaba con el feminismo. Megan Rapinoe ha sido la gran protagonista del Mundial, tanto dentro del campo como fuera. Ha sido Bota de Oro, Balón de Oro y capitana de EEUU, ha levantado el trofeo y, además, ha alzado la voz contra Trump y ha defendido al colectivo LGTBI, al que pertenece con orgullo. Porque el amor puede aflorar en cualquier lugar, también en un campo de fútbol. Magdalena Eriksson y Pernille Harder se conocieron durante un partido de sus selecciones, Suecia y Dinamarca. En este Mundial han protagonizado una bonita imagen ya que Harder ha acudido a animar a su pareja vestida con la camiseta sueca. Y es que el fútbol femenino normaliza la homosexualidad, frente al oscurismo que se percibe en el deporte masculino.
El fútbol femenino lleva tiempo avisando, es un movimiento social que no va a parar. Por suerte.