Era abril de 2010, cuando el todopoderoso Barça de Pep Guardiola quedaba encuadrado con el Inter de Milán de José Mourinho en unas semifinales de Champions League que se convirtieron en el centro del planeta fútbol. Era el duelo que todos esperaban; el Barça que acababa de romper todos los récords con su sextete y el fútbol brillante de Guardiola, contra José Mourinho, un entrenador que era el azote del tiki-taka. Su estilo agresivo y eficaz, basado en la defensa y la presión, era la antítesis del fútbol preciosista y romántico de Guardiola. Todo un choque de estilos.

El técnico portugués sabía que el Barça era el claro favorito, llevaba prácticamente dos temporadas sin que nadie les tosiese ni en Champions League ni en la Liga española. Con estas premisas, Mourinho ideó un plan anti-Barça.

Para empezar, los neroazzurros no eran un equipo cualquiera. José Mourinho había conseguido juntar a jugadores de primer nivel rebotados de grandes clubes como Madrid y Barça (Snijder, Eto’o, Samuel, Thiago Motta o Cambiasso), que, junto a jugadores veteranos del Inter como Zanetti, Maicon, Lúcio o Diego Milito formaron un equipo que aspiraba a todo. 

En la ida, Guardiola cayó totalmente en la trampa de Mourinho. El portugués sabiéndose inferior a los blaugranas ideó un sistema de repliegue y contrataque que fulminó a los culés. Aunque el Barça se adelantó con gol de Pedro, los italianos sabían cuándo y cómo presionar la salida blaugrana, y con tres contragolpes pusieron un 3-1 en la ida que dejaba la eliminatoria muy de cara para la vuelta.

El Nou Camp se vestía de gala para la vuelta de la eliminatoria. La afición culé confiaba en Messi, Pedro, Iniesta, Xavi, Alves… para la gran remontada. Los partidos en casa del equipo catalán se contaban por goleadas, y esta no podía ser menos, salvo que se encontraran con Mourinho. El portugués volvió a demostrar porqué es un técnico único, y ‘The Special One’ plantó un autobús en el Nou Camp que es casi imposible de ver en el fútbol moderno. 11 jugadores por detrás del balón, los laterales se convertían en centrales, y los extremos en laterales, formando una línea de 6 defensas continuamente.

El muro interista era sólido, pero parecía resquebrajarse con la expulsión de Thiago Motta en el minuto 30 de la primera parte. Esto obligó a Mourinho a hacer algo impensable, colocar a su delantero centro estrella, el exbarcelonista Samuel Eto’o, como defensa. Y el plan le funcionó. Incluso con 10 jugadores, el catenaccio interista era inexpugnable. Todos por detrás del balón agrupados en la frontal del área, basculaciones perfectas, un ejercicio de aguante nunca visto ante uno de los mejores equipos ofensivos de la historia.

No fue hasta el minuto 83 cuando el Barça consiguió anotar su único gol del partido en una gran acción de Gerard Piqué. Un gol que no sería suficiente, ya que los de Mourinho lograrían aguantar el 1-0 hasta el final y conseguir su pase a la final de la Champions League. Una final que sería en el Santiago Bernabéu, y acababa con la ilusión culé de poder ganar una Copa de Europa en el estadio del gran rival. 

Con el pitido final, el técnico portugués salto al rectángulo de juego a celebrarlo junto a su equipo, que lo estaba celebrando como si de un título se tratase. Tanto pique había entre la afición culé y José Mourinho, que esa celebración se convirtió para muchos en una provocación. Para que acabase, los operarios del FC Barcelona activaron los aspersores dejando una imagen que pasará a la historia: Mourinho celebrando haber eliminado al Barça bajo una lluvia de agua proveniente de los aspersores, dando finalmente el nombre de "La Noche de los Aspersores" a la hazaña interista en el Nou Camp.