Pero no se ha conseguido pese a contar con varios factores que hacían indicar que estos JJ.OO. pudieran ser los que derribasen el récord de aquellas memorables olimpiadas. El mayor esfuerzo presupuestario procedentes de los derechos audiovisuales de La Liga, el mayor número de deportistas (9ª delegación en participación) y pruebas; y el hecho de que se celebrasen en nuestro huso horario no han terminado de ser puntos determinantes para alcanzar el manoseado techo de Barcelona.

Recapitulemos… El bronce obtenido ayer por la selección masculina de Balonmano puso la cifra total de preseas en 18 (5 de oro, 4 de plata y 9 de bronce), a las que hay que unir 51 diplomas. de los cuales 8 fueron cuartos puestos. Una medalla más que en Tokio que ha situado a España en el 15º puesto del medallero.

Por poner nota, esta sería un bien alto que pudiera haberse maquillado en notable si algunos de nuestras opciones más firmes de medalla no se hubiesen desvanecido por infortunios de todo tipo. Desde la lesión de Carolina Marín, a las “decepciones” de Ana Peleteiro, Ray Zapata, Adriana Cerezo o la selección femenina de fútbol; deportistas cuya medalla entraba en todas las quinielas.

Pero pongamos nombre y lustroso apellido a estos celebrados 18 metales. El bronce de los Hispanos se suma a los oros de Diego Botín y Florian Trittel (49er), María Pérez y Álvaro Pérez (relevo mixto de marcha), la selección masculina de fútbol y Jordan Díaz (triple salto), las platas de María Pérez (20 km marcha), Carlos Alcaraz (tenis), la selección femenina de baloncesto 3x3 y Ayoub Ghadfa (boxeo +92kg), así como los bronces de Fran Garrigós (-60 kg), Álvaro Martín (20 km marcha), Pau Echaniz (K1 slalom), Enmanuel Reyes Pla (-92 kg), Sara Sorribes y Cristina Bucsa (dobles femenino), el equipo de natación artística, el C2 500 de Joan Antoni Moreno y Diego Domínguez y el K4 500 de Saúl Craviotto, Carlos Arévalo, Marcus Cooper y Rodrigo Germade.

Nombres propios que llevaron los colores de España al podio olímpico de unos JJ.OO. de París que nos han regalado actuaciones memorables (Duplantis, Biles, Marchand, Ledecki, Curry…), instantáneas únicas, debates de género, fenómenos virales y el reencuentro con el calor del público.

Unas olimpiadas barnizadas por las postales que nos ha dejado la belleza neoclásica de la Ciudad del Amor; en las que el deporte urbano ha llegado para quedarse y en las que no ha faltado el necesario espíritu olímpico.

En definitiva, y por clausurar estas líneas, España ha lucido músculo en un sinfín de modalidades -como el fútbol, la marcha o el piragüismo- y se ha quedado a “pulgadas” de saborear las mieles del éxito en otras con las que, a priori, contaba. Ahora no nos queda otra que aplacar la impaciencia y trabajar duro para mejorar esto registros cuando, dentro de 4 años, la antorcha llegue a Los Ángeles, quien sabe si, de nuevo, de la mano de Snoop Dog. Hasta entonces, París bien vale una misa.