Ha sido un año y medio en el que los aficionados estuvieron huérfanos del olor a hierba mojada entremezclado con una interminable faria… De los cánticos y los vítores, de las colas en las entradas a los vomitorios y aquellos maravillosos abrazos de gol. Un año y medio de pandemia que dejó a los futbolistas de La Liga española sin esa dosis extra de energía; sin el jugador número doce. Tan intimidante y vital.

El factor campo empezó a quedar ridiculizado y de pronto, desde esos sofás moldeados con la silueta de nuestras posaderas, escuchamos el fútbol de otra manera. Sin secretos, pero sin música.

Hasta el pasado fin de semana…

La primera jornada de LaLiga, episodio 2021-22, trajo de vuelta el público en los estadios. Con limitaciones de aforo dependiendo de la comunidad autónoma (un máximo del 40 por ciento y un mínimo por debajo del 20), y restricciones de otra índole, como la imposibilidad de fumar y consumir comidas y bebidas dentro de nuestros estadios. A todo ello, hay que sumarle la lícita distancia de seguridad entre personas no convivientes.

Bajo estos condicionantes, fueron en total 93.945 los hinchas que asistieron a los 10 campos de fútbol que acogieron los primeros duelos de esta temporada. El Camp Nou, que albergó el FC Barcelona-Real Sociedad y primer partido de la era post-Messi, fue el coso que más aficionados hospedó, 20.384, mientras que Mendizorroza, escenario del Alavés-Real Madrid, el que menos (3.968).

Cifras que aún distan mucho del escenario previo a aquel 8 de marzo del 2020, el último día en el que los estadios de LaLiga llenaron sus tripas con la normalidad de cada semana: la pasión, la emoción y el inconfundible ambiente con el que los aficionados teñían y teñirán cada partido de fútbol.

De momento, los clubes se las ingenian para completar el aforo permitido en conveniencia con las comunidades autónomas, el cual puede ir aumentándose a lo largo de la temporada dependiendo del desarrollo de la situación epidemiológica. Algunos reservan las localidades disponibles en su totalidad para sus socios y abonados (adjudicándose por sorteo), mientras que otros, como el FC Barcelona, dedican un pequeño porcentaje para la venta de entradas.

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